Vivimos con miedo a caernos, a fallar, frenándonos a cada paso para evitar un golpe o un error.
Y es que calcular nuestros movimientos, y vivir de una forma medianamente organizada, es algo absolutamente necesario en nuestro día a día. Pero, cuántas veces nos movemos con una coraza, predispuestos a no dar el paso sea cual sea, a no saltar al vacío creyendo que así nos protegemos. Y cuántas oportunidades hemos perdido por ello, cuántas vivencias valiosas.
El acierto está en errar, porque es un error querer sólo acertar. Errar es un paso tan importante y necesario como los demás. Por ello, quien pretende lograr éxito sin tropiezos está condenado al fracaso, y quien está dispuesto al fracaso ya ha logrado el éxito, aquí y ahora.
Si quieres hacerlo perfecto, hazlo mal para empezar, no con esa intención, pero si abierto/a a ello. Siempre en dirección a nuestros sueños y metas, a ser como pretendemos ser, pero pisando como necesitemos pisar a lo largo del camino, sin detenernos por completo ante los tropiezos, solamente el tiempo suficiente para reordenar y calibrar nuestros objetivos.
Sí, equivócate, falla estrepitosamente. Predisponte al cambio, da un paso en la dirección que no debías, y aprende a seguir caminando a partir de ese momento.
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